Cerrar y abrir los ojos la cantidad de veces que quiero: me hace sentir libre. Caminar por el lado derecha de la vereda: me hace sentir libre. Decir NO: me hace sentir libre. Decir ME HACE SENTIR LIBRE: me hace sentir libre
Yo creo en los accidentes. No me malinterprete. Para ser más exacto, diré que creo en las casualidades que ocurren dentro de las casualidades. Me declaro apóstol de los accidentes abortados. Mi familia existe gracias a uno de esos en los que un bus se despista y luego de tres vueltas de tonel vas a dar a un carretera donde transitan buses a ciento viento kilómetros por hora y que en eso dos minutos de estómago sin aire no pasa ninguno.
De pronto pierdes algo: es un accidente. No fue tu intención. Al rato encuentras algo: es un accidente. Pues no. El accidente falló. En su viaje hacia ese lugar donde siempre concurren, los accidentes sufren accidentes y, son sus restos, los que están por todas partes y direcciones, justo delante de tus pies.
Fue un accidente, y una amanecida lejana, que esto sea un videoclip. Dedicatoria ajena para todos esos mortales a quienes el termino ATE suena a un viaje fantástico al fin del mundo.
Era la primera vez que contemplaba tanta indignación en el rosto de mi padre y, por el parecido que le tengo, era como verme a mí mismo. Malcon Mcdowel, con bastón en mano, hacía de la suyas en ese mundo de imágenes violentas y sonoras llamado La Naranja Mecánica. Fue suficiente. Su lógica impulsó a su inocente y tierna ignorancia a proferir una frase que define algo más que a sí misma; una frase que es una forma de desver el mundo; un constructo verbal que establece que recorremos aquel sendero que siempre se bifurca a distintos ritmos; una altiva pespectiva de la historia que cada ser humano escribe; una cadencia moral grosera y arcaica: Solo es gente que camina. Tan simple, tan sencillo.Comprendí entonces lo relativo de lo trascendente. Fue conmovedor verle levantarse del sillón y caminar hacia quién sabe dónde.