Yo creo en los accidentes. No me malinterprete. Para ser más exacto, diré que creo en las casualidades que ocurren dentro de las casualidades. Me declaro apóstol de los accidentes abortados. Mi familia existe gracias a uno de esos en los que un bus se despista y luego de tres vueltas de tonel vas a dar a un carretera donde transitan buses a ciento viento kilómetros por hora y que en eso dos minutos de estómago sin aire no pasa ninguno.
De pronto pierdes algo: es un accidente. No fue tu intención. Al rato encuentras algo: es un accidente. Pues no. El accidente falló. En su viaje hacia ese lugar donde siempre concurren, los accidentes sufren accidentes y, son sus restos, los que están por todas partes y direcciones, justo delante de tus pies.
Fue un accidente, y una amanecida lejana, que esto sea un videoclip. Dedicatoria ajena para todos esos mortales a quienes el termino ATE suena a un viaje fantástico al fin del mundo.
Fue un accidente, y una amanecida lejana, que esto sea un videoclip. Dedicatoria ajena para todos esos mortales a quienes el termino ATE suena a un viaje fantástico al fin del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario