jueves, 21 de enero de 2010

Le café - Stéphanie Marguerite y Emilie Tarasco, 2007

Una taza de café humeante delante de sus manos no aliviarían nada ( probablemente haría menos dolorosa una jornada de 18 horas de trabajo. Eso no interesa ) La nostalgía ahora se hacía kilométrica, fatigante. Recordó que existió un tiempo en que tener las manos sosteniendo equidistantemente una taza de café era un ejercicio con altísima disciplina. Nostalgia de inviernos de otoño y primaveras de verano. Le quedan 5 795 millones de años y no sérá suficiente. Sorbo. Paladar feliz. Ahora solo piensa en el café. "Invitar a alguien a comer caramelos es tan arbitrario como invitarlo a tomar café", es la frase antomásica de su hermano. Soplo. No tiene sueño. No acepta que tiene sueños. Sueños color café pasado a 65 grados. Y ahí está, a la suerte del último bocado del café colado.

... Y si supiera que se lo prepararon con los restos de la latita de Nescafé


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