Una mujer acaba de perder el tren. La estación en grande y hay mucha gente. Mientras espera al siguiente vagón, nada mejor que una ensalada para aplacar a su percepción que , literalmente, le juegará una negra y prejuiciosa broma.
(Alguna vez, a mis trece años, sostuve la complicada tesis de que sería imposible eliminar el prejuicio del mundo. ¿Ya ven lo que pudieron hacer unas cuantas clases de catecismo?)
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